Aunque la mayoría de las mujeres están familiarizadas con los problemas más comunes asociados a la menopausia (como los sofocos o la irregularidad de la regla), desconocen muchos otros posibles como la sensación de tener insectos caminando bajo la piel o el ardor en la boca.

Más aún: a muchas les resulta una verdadera sorpresa descubrir que todas estas afecciones pueden empezar a manifestarse muchos años de antes de dejar de menstruar.

Y es que los síntomas no comienzan con la menopausia, el término que se utiliza para definir el hito en la vida reproductiva de la mujer, que se alcanza oficialmente cuando pasa un año de la última regla, sino durante la transición hacia ella.

Esta transición es lo que se conoce médicamente como perimenopausia.

«La mujer promedio comenzará (este proceso) alrededor de los 47 años y culminará a los 51, pero puede empezar mucho antes», explican investigadores del tema.

Indican que han visto a mujeres de 30 o 40 años que presentan síntomas claros de menopausia, aunque exámenes objetivos (recuento de óvulos, etc.) no parezcan mostrar que estén tan cerca.

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Bochornos y sequedad vaginal

Los síntomas que pueden aparecer durante el período de transición y perdurar años después de la menopausia son:

Reglas irregulares: la menstruación puede espaciarse, tener lugar más seguido, con mayor o menor sangrado, hasta que finalmente desaparece.

Bochornos: una suerte de calor repentino e intenso en la cara y la cabeza se extiende al resto del cuerpo y se prolonga por unos pocos minutos hasta desparecer tan rápidamente como vino.

Sudoraciones nocturnas: hacen que una mujer se despierte en medio de la noche empapada en transpiración.

Atrofia urogenital: un problema que, “sufren el 80% de las mujeres» y «afecta la calidad del tejido genital». Esto causa sequedad en la vagina y puede provocar dolor e irritación durante el coito, así como un incremento en la necesidad de orinar y de las infecciones urinarias.

Disminución de la fertilidad

Pérdida de densidad ósea: el cuerpo pierde masa ósea con más rapidez de la que la recupera, lo cual aumenta el riesgo de osteoporosis.

Aumento de peso y cambio en su distribución de la grasa: «Hay un aumento de peso sin que haya aumento de la ingesta o disminución del ejercicio físico. Y la distribución del tejido adiposo se parece más a como se distribuye en los varones, acumulándose en la zona central. Es una adiposidad tipo manzana, cuando la adiposidad de la mujer tiende a ser tipo pera».

Otros: muchas mujeres también notan pérdida de cabello, fragilidad en las uñas, dolores de cabeza y musculares, palpitaciones y calambres.

Falta de estrógeno

Todos estos cambios son el resultado de fluctuaciones hormonales y, sobre todo, de la disminución del estrógeno, una hormona crucial en el ciclo reproductivo mensual, cuyos niveles no se recuperan tras la menopausia.

La disminución de los niveles de estrógeno no ocurre de forma gradual y progresiva. Todo lo contrario.

Mientras que algunos síntomas están asociados a los excesos de esta hormona, otros responden a su deficiencia. Por ello, algunas mujeres sufren más durante la perimenopausia que la postmenopausia, ya que a partir de ese momento los niveles hormonales tienden a estabilizarse.

Pero la volatilidad hormonal no solo da lugar a cambios y síntomas físicos, sino que tiene un efecto profundo en el estado de ánimo y en el cerebro de la mujer que atraviesa esta etapa.

Impacto en el ánimo y el cerebro

Pauline Maki, profesora de psiquiatría, psicología, obstetricia y ginecología de la Universidad de Illinois, en Chicago, y expresidenta de la Sociedad Estadounidense para la Menopausia, explica que hay un «declive en el estado de ánimo de la mujer con la perimenopausia» y en muchos casos una «vulnerabilidad a la depresión, similar a que experimentan las mujeres tras el embarazo».

La irritabilidad, la ansiedad, la falta de deseo sexual, la pérdida de memoria y la llamada niebla mental (una mezcla de confusión y disminución en las habilidades verbales y cognitivas) son otros rasgos característicos de esta etapa.

Aunque son provocados por factores hormonales, también están íntimamente ligados a otros síntomas físicos de la perimenopausia.

Para una mujer es difícil saber qué esperar pasadas cuarentena, cuando la perimenopausia comienza a asomarse en el horizonte, dado que la variación individual es inmensa.

Qué hacer

Con la estabilización de las hormonas, después de la menopausia, algunos de los síntomas (sobre todo aquellos de más corto plazo como los bochornos o las dificultades para dormir) se agudizan en un principio, para luego mejorar. Pero no siempre y no en todos los casos.

Por eso los expertos coinciden en que la terapia de remplazo hormonal (TRH) es, en la gran mayoría de los casos, y bajo supervisión médica, el mejor tratamiento a seguir.

Muchas mujeres aún se muestran reticentes a la hora de optar por este tratamiento, debido a un estudio de principios de la década de 2000 que, según algunos expertos, fue mal interpretado y contenía numerosos errores, y que amplificaba los riesgos de cáncer.

Más allá de la TRH, hay muchas otras cosas que una mujer puede hacer para mejorar el estado general en la fase de perimenopausia.

El ejercicio es muy importante porque ha demostrado cambiar la química del cerebro, así como el yoga y la terapia cognitivo conductual que ayudan a mejorar los problemas del sueño y los sofocones.

Es importante limitar la ingesta de alcohol pues existe evidencia que muestra que, con el impacto de estos cambios hormonales en el cerebro, hay una respuesta de ánimo adversa tras el consumo de alcohol.

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