Son muchas las historias que alberga entre sus muros el Hospital Psiquiátrico Padre Billini, una edificación construida por el Estado dominicano a mediados de 1960 en el kilómetro 28 de la Autopista Duarte para alojar pacientes con debilidad mental.

En este lugar que obliga a sus internos a cohabitar en áreas inadecuadas para su recuperación, también perviven historias tristes que contar.

Y es que de los 170 internos psiquiátricos que habitan en este centro asistencial, 81 no cuentan con familiares que los vayan a visitar y mucho menos a reclamar.

«Lo que quiere decir que la familia no se involucra en su tratamiento, en su mejoría, en visitarlo, en llevarlo a la casa, ni nada de eso y ellos están aquí desde hace más de seis años el más joven», manifestó Carmen Ramírez, directora del Hospital Psiquiátrico Padre Billini.

Entre los pacientes hay tres haitianos, una china y el resto dominicanos con edades entre 18 y 80 años… son personas de escasos recursos que realizaban diferentes oficios pues, como nos cuenta este residente médico, nadie está exento de perder su buen estado mental.

«Aquí tenemos médicos y personas de diferentes nacionalidades porque una enfermedad mental puede afectar a cualquiera», destaca Gyno Martínez, residente de Psiquiatría.

Marla Rodríguez, por ejemplo, nombre ficticio que creamos para proteger su identidad, lleva siete años residiendo en aquel lugar al cual llegó por problemas de bipolaridad… trastorno que ocupa el primer lugar de ingresos en el hospital Padre Billini y que es ocasionado por varios factores psicosociales, en el caso de Marla… el motivo que la condujo a presentar este trauma fue la pobreza.

«Me volví ruda por trabajar tanto en la vida y pasar tantos malos ratos y tanto, tanto trasnocharme en mi vida, yo entré aquí con un insomnio crónico de 30 años, entre con un trauma grandísimo porque no me pude encaquetar el anillo de la UASD», explicó.

Afligida relata que la preocupación de trabajar para conseguir el sustento de sus familiares la llevó a dejar de estudiar… situación que con los años hizo que perdiera la razón…

«Me sentía demasiado responsable con los muchachos y con mis papas y nada más pensaba en trabajar para fabricar dinero para gastarlo en la casa, pero a mi jamás me obligaron a nada de eso», destacó.

A sus 57 años vive con el recuerdo de una familia que la aprecia pero a la vez con el amargo sabor que le produce no vivir junto a ellos pues aunque quisiera se rehúsa al pensar que podría convertirse en una carga para sus familiares.

El segundo trastorno más común que predomina en el centro de salud mental Padre Billini, es el uso y abuso de sustancias controladas, por este caso se encuentra don Samuel (Nombre ficticio), quien nos confiesa que su «vida alegre y descontrolada» lo llevó a terminar en este lugar. Ahora a sus 60 años dice haber aprendido que utilizar drogas es perjudicial.

«Eso le hace daño a todos, eso fue lo que nos trajo aquí, el cigarrillo, el alcohol, las drogas fue lo que nos trajo aquí», enfatiza don Samuel.

Aunque se encuentra recluido en este centro psiquiátrico asegura que tiene los mismos sueños que todos los que llevan una vida normal y espera algún día poder reintegrarse a la sociedad.

Enfermedad mental en aumento

De acuerdo al representante de México, Centro América y el Caribe para la Asociación Psiquiátrica de América Latina (APAL), José Miguel Gómez, las enfermedades mentales en el país han aumentado de manera considerable en un 20 a un 40 por ciento en los últimos cinco años.

«Las principales causas son de tipo sicosociales desempleo, inequidad social, exclusión social, frustración, desesperanza aprendida, impotencia, falta de proyectos de vida, falta de inclusión social y de coerción social y mala distribución de la riqueza», explica Gómez.

Estas enfermedades han provocado que aumenten además las estadísticas de suicidios de pacientes con problemas de salud mental.

Un sistema colapsado

José Miguel Gómez, destacó que en República Dominicana el sistema de salud mental está colapsado y esto se debe -según él- a las escasas políticas públicas que favorecen este sector poblacional, también a la exclusión de las ARS de los servicios a los enfermos de salud y al incumplimiento por parte del Estado de la Ley 12-06 de Salud Mental.

«Somos de los países de Latinoamérica que menos invierte en salud mental, estamos invirtiendo apenas el 0.8 por ciento de todo el presupuesto de salud, lo que significa que esa pequeña cantidad de dinero no va a resolver los problemas de salud mental del pueblo dominicano», apuntó.

Indica que en países como Costa Rica el gobierno invierte un 4 por ciento del presupuesto de Salud Pública para el beneficio de la salud mental de su país, en Uruguay y Argentina un 6 por ciento y en todos los países centro americanos más del 2 por ciento para garantizar la calidad de la atención a este segmento poblacional.

El costo de un enfermo mental

Mantener un enfermo mental cuesta entre 60 y 80 mil pesos mensuales pues solo en fármacos los familiares podrían llegar a gastar unos 20 mil pesos al mes.

En ese sentido, el psiquiatra y ex director del Hospital Padre Billini, José Miguel Gómez, señala que ese alto costo es lo que lleva a los familiares de escasos recursos económicos a abandonar los pacientes en el hospital psiquiátrico y algunas veces en las calles.

«Entonces cuando el familiar no puede y es pobre y no puede darle ni comida y en el hospital por lo menos le dan la comida y el medicamento es más fácil abandonarlo en el hospital», precisó.

Para evitar que estos casos de abandono de pacientes en los hospitales y en las calles, se sigan incrementando en el país, este experto de la conducta humana recomienda al Estado fortalecer las unidades de salud mental dentro de los hospitales provinciales y regionales y dentro de los hospitales autogestionarios.

Propone además, crear unidades de mediana y larga estadía para los pacientes crónicos de la calle que puedan recibir programas de rehabilitación sicosocial y asistencia comunitaria dentro del sector donde viven los pacientes.

«Esa visión de llevarlos al siquiatra de dejarlos en el siquiatra y que se queden a cronificarse en el psiquiátrico es una visión manicomial que se corresponde con la psiquiatría del siglo XIX», enfatizó el doctor.

Sin duda, hablar de enfermedad mental es deprimente pero lo es aún más cuando vemos que desde el Estado existen políticas públicas tan débiles que nos llevan a encontrar a estas personas en las calles o recluidas en un hospital en condiciones inhumanas, esperemos que a partir de ahora el Gobierno comience a tomar acciones distintas que vayan en beneficio de este segmento poblacional y de todos en general, pues como ya es sabido nadie está exento de padecer de una enfermedad mental.